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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Pimienta y canela. Paciencia y respeto.

Agh... Exasperada era una palabra muy pobre para describir cómo se sentía... Ella entendía la palabra respeto, y ciertamente, la respetaba. Pero había momentos en que era... cómo decirlo, complicado recordar que debía respeto a según que especímenes humanos. Sobre todo a aquellos con más de medio siglo de vida que actuaban peor que un niño de cinco años malcriado. Sí, sí, una expresión muy repetida la de "ser peor que un crío". Pero, ¿de veras esperaban que mirase con respeto a alguien a quien, porque le decías que la calabaza que había traído a casa no era la adecuada para hacer dulce de cabello de ángel, se ponía a gritar que no tenías razón, habría dicha calabaza, veía que tú tenías razón, y su conclusión no era otra que prohibirte cocinar la calabaza, llamarte con los insultos más vulgares y menos originales que se le podían ocurrir, y decir que iba a tirar la calabaza a la basura? Y todo por qué, ¿por que tú tenías razón y él no? ¿Porque no quería admitirlo? ¿Porque con la calabaza que había traído no se hacía cabello de ángel? 
Vale, este era uno de esos momentos en la vida en la que a una le entraban ganas de romper algo o pegar a alguien. Pero ese tipo de reacciones siempre le habían parecido absurdas. Sí, vale, a veces se le caldeaba la sangre y terminaba a gritos, pero jamás levantaba la mano. Para ella, la simple acción de levantar la mano con intención de herir a alguien era aberrante. Tenía sus buenas razones para pensar así, como para muchas de las otras "normas" que había impuesto en su vida. Y, sin lugar a dudas, el espécimen humano de más de cincuenta años que resollaba en el sofá tras gastar todo su aliento, y tal vez más de la mitad de las palabras que albergaba en su vocabulario (ninguna para sentirse orgulloso), era el origen de más de la mitad de sus "normas" de cosas que debía evitar hacer. Tal vez debiese estarle agradecida por ello...
Pero en fin, incluso ese espécimen quincuagenario y mal hablado debía ser objeto de su respeto y, por extensión, no debía rebajarse a devolverle los gritos ni las palabras desagradables.
Desde luego, era una prueba de paciencia más que de respeto. A veces le sorprendía cuánta paciencia podía mostrar en unas situaciones mientras que en otras pronto sentía la sangre subírsele a la cabeza, si bien pocas veces hacía caso a los susurros del enfado que pedía insistente el ser desatado.
Respirar hondo, contar hasta diez... y esas cosas que a decir verdad distraían más que calmaban.
Ah... Paciencia y respeto, eran ingredientes caros y difíciles de conseguir, como lo fueran la pimienta y la canela en siglos pasados, pero igualmente deliciosos si sabías administrarlos bien sobre las comidas. Incluso la comida más difícil de tragar podía volverse pasable cuando la aderezabas adecuadamente. 
Sí... Seguiría añadiendo esas pequeñas especias a su vida, tragaría las situaciones molestas y no permitiría que le indigestasen el día.



miércoles, 25 de julio de 2012

La abadía de Northanger, uno de Jane Austen

¿Alguien echaba en falta los libros por estos lares?
No es que haya abandonado mi pasión por la lectura... ¡Jamás! Es solo que llevaba un tiempo de capa caída, no lograba encontrar ningún libro que realmente me enganchase, ningún género en concreto se me antojaba. Empecé multitud de libros que ahora aguardan en las estanterías el día que vuelva a cogerlos para terminar de leer sus entrañas (que ya me pasó en su momento con El cuento número 13, que lo empecé, lo abandoné en el segundo capítulo o antes, y dos años después lo rescaté, lo retomé, me enganché y lo terminé). Y claro, no iba a hablar de mis lecturas inconclusas. Pero al fin tras la larga espera, puedo regresar para hacer una entrada sobre el último libro que he leído, de Jane Austen nada menos, ¿eh? Que tengo algunas amistades que me golpearían por engancharme a ello tras abandonar otros libros. Y es que hace uno o dos años me hice con la colección completa de sus novelas, y me da por leerlas en verano.
Este año ha caído La abadía de Northanger, que además, como tantas otras obras de la escritora, cuenta con película que no he visto.

"¡La abadía de Northanger! Lo emocionante de aquellas palabras llevó los sentimientos de Catherine al máximo arrobo. Agradecida y satisfecha, apenas podía expresarse en los límites de un lenguajes tolerablemente sosegado. ¡Recibir una invitación tan halagadora! ¡Saber que su presencia era tan encarecidamente solicitada! Todo lo que podía existir en el mundo de honorable y tranquilizador, todas las venturas presentes y toda esperanza futura, se contenían en aquel ofrecimiento..."


Para empezar, decir que Catherine, la protagonista, puede resultar, de tan buena e ingenua, tonta, pero es típico de las heroínas de su época, así que no se lo tengáis muy en cuenta. Además, yo al menos, no puede evitar simpatizar con ella en cuanto se empezó a hacer notar su pasión por las novelas con tintes desde románticos hasta terroríficos, y sus consecuentes arranques de imaginación, que la dejan en más de un apuro... Cosa inevitable teniendo en cuenta que hay momentos de la historia en los que uno podría abrir los ojos como platos ante la posibilidad de hallarse ante una novela de Jane Austen con tintes de novela gótica, cosa que al final se queda en más bien una especie de broma o sátira por parte de la autora. Luego tenemos también a los típicos personajes que quién no desearía estrangularlos o empujarlos por el borde de un precipicio cuando menos, ¿qué adolescente no ha tenido alguna amiga/o que ha resultado no ser tan amiga/o?¿O ha conocido a algún tipo insufrible al estilo de John Thorpe? Por no hablar del héroe masculino y su forma de tomarle el pelo a la protagonista, que me ha gustado bastante más que otros de los caballeros de Jane Austen.
Y bueno, eso es todo por hoy...

viernes, 20 de julio de 2012

Solo temores infantiles...

Clara siempre fue una joven con mucha imaginación. Con siete años, su madre no podía evitar preguntarse , en tono preocupado, cuándo dejaría su hija de hablar de amigos imaginarios. ¿Estaba siendo exagerada, o eran temores bien fundados? ¿A qué edad se consideraba adecuado que una niña dejase atrás los mundos de fantasía para comenzar a interesarse por temas más reales de su entorno? A ver, con siete años, tampoco pedía que su hija se pusiese hablar de temas políticos ni de las atrocidades del ser humando hacia sus semejantes, pero, ¿era correcto permitir que se metiese en su cama cada vez que aparecía en su dormitorio a media noche sollozando y diciendo que temía cosas que aseguraba se movían entre las sombras de su cuarto?
Ciertamente, la mayoría hemos tenido temores nocturnos de ese tipo en nuestra niñez pero, como madre, la de Clara tampoco quería ser causa de que dichas fantasías escabrosas se perpetuasen por no saber contarlas de raíz...
Pero no todo era malo. Aunque sus padres apenas se molestasen en fingir interés acerca de las anécdotas sobre sus amigos imaginarios, a sus amigos del colegio les encantaban. 
Guau, ojalá también ellos tuviesen amigos imaginarios. ¿Podían ver al suyo? No, por supuesto que no, aunque no porque ella no quisiese... Oh, pero podía describírselo y hablar con él de su parte, podían jugar todos juntos aunque no lo vieses... Bueno, más bien "con ella" y "la viesen", porque la invisible amistad de Clara era de género femenino. Oh, se maravillaba su profesora, que ya imaginaba estar alentando en su prometedor futuro a una escritora en ciernes, ¿se trataba de una niña como ella? Que va, que va, la corregía, su amiga, aunque joven, era mayor, y muy guapa, aunque siempre llevaba el rostro cubierto por un fino velo de encaje blanco que apenas dejaba adivinar unos rasgos suaves. Pero, por supuesto, ese velo no era más que otra consecuencia de su belleza, algo que debía llevar para minimizar el acoso de los pretendientes. Su propio padre la instaba a llevarlo, decía que era indecente para una joven ser perseguida por tantos hombres. Aunque Clara no tenía ni idea de lo que era ser indecente... Oh, ¿su amiga imaginaria tenía papá? Era la observación de la profesora, que ni se molestaba en explicarle el significado de la palabra "indecente", ni se paraba a pensar en lo chocante de que la usase un ser de su inventiva sin que siquiera supiese lo que significaba... Y se limitaba a sonreír y volver a maravillarse ante la imaginación de su alumna y la perspectiva de estar alentando a una escritora en ciernes.
Ah... Pero su amiga imaginaria no siempre era tan divertida, a veces la asustaba... Después de todo, podía ser de lo más inquietante tener a una joven de traje antiguo y con el rostro cubierto por un velo mirándote desde las sombras de tu habitación toda la noche. Por eso Clara le solía dejar la puerta abierta, había descubierto que así su amiga se dedicaba a entrar y salir, y con eso, y la compañía de un peluche al que abrazar, le bastaba para poder conciliar el sueño.
Pero otro gallo cantaba cuando iban de visita al pueblo...
Qué manía tenía su abuela con cerrarle la puerta del dormitorio. Aunque allí casi lo prefería. Su habitación se hallaba en la planta superior de la casa del pueblo, justo a la derecha de la escalera, y a la izquierda de ésta, se hallaba la puerta que daba a las pocas y toscas escaleras que llevaban a desván. Qué poco le gustaba aquél sitio... Incluso de día, subir al desván la ponía nerviosa, pero por la noches... Quita, quita, prefería la puerta cerrada a la terrible sensación de que, estando abierta, en cualquier momento se abriría también la de las izquierda de las escalera y algo podría salir de ahí para entrar a su cuarto.
Abrazó con más fuerza su viejo osito de peluche amarillo y dejó que las sábanas y mantas la cubriesen por completo, impidiéndole ver cualquier otra oscuridad que no estuviese bajo ellas. Pero ah... de qué poco le sirvió eso cuando oyó el "clink" de la puerta al abrirse. Su abuela siempre se quejaba de lo mal que se cerraban esa vieja puerta, que constantemente se empecinaba en abrirse sola por las noches cuando ella no hacía más que cerrarla. Pero a Clara no le hacía falta sacar la nariz de debajo de las sábanas para ver a su amiga imaginaria junto a la puerta entreabierta, asomando al pasillo y con la mano en el picaporte... No le gustaba nada cuando hacía aquellas cosas, y prefería consolarse pensando que si miraba hacia el pasillo era para vigilar que nada malo entrase, protegiéndola. Pero cuando se aventuró a sacar la cabeza de debajo de las sábanas, se topó con la joven imaginaria mirándola desde la puerta completamente abierta, y se sorprendió cuando comenzó a hacerle gestos de ir, precisamente, hacia la puerta del desván. ¿Se había vuelto loca? Podía perfectamente ver la dichosa puerta entreabierta, y no le gustaba un pelo la sensación que le producía... La joven le hizo gestos más apremiantes, y la niña sacudió enérgicamente la cabeza. No, no y no, se negaba en rotundo. La joven se acercó a la cama e hizo amago de desprenderla por completo del escudo de telas que le proporcionaba la cama, Clara agarró fuertemente las sábanas y mantas, frunciendo el ceño en gesto de tozudez, pero sin que el miedo dejase ser ser visible en sus ojos. Se negaba en rotundo, ni loca iría al desván de noche, todo el mundo le había explicado que los amigos imaginarios eran eso, imaginarios, y que por eso carecían de voluntad propia y servían solo a su la imaginación de sus creadores, no podía obligarla a salir ni hacerle daño. La joven pareció ceder al fin, y le lanzó una mirada llena de resentimiento. Clara sintió algo de remordimiento y se disculpó mentalmente, con ese lenguaje que solo puede existir entre un niño y su amigo invisible, pero no podía hacerlo, tenía que entenderlo... y la joven se fue.
Y debió de ser que Clara había escarmentado ya de amigos imaginarios, pensaron sus padres, pues no volvió a hablarles de la suya nunca más. 
Creció y le llegó la adolescencia, aunque nunca le gustó demasiado la oscuridad. Explicaba a quién quisiese escucharla que siempre había sido, desde pequeña, alguien con una imaginación desbordante, y que a veces le jugaba malas pasadas. Sobre todo en la noche, cuando todas las sombras de su cuarto parecían tornarse en criaturas o escondites perfectos para estas, y le parecía contemplar a un ser esbelto, espectral, vestido de encaje blanco de pies a cabeza, rostro cubierto incluido, que la observaba desde cualquier esquina del dormitorio mientras otras cosas más deformes, como masa de sombras, se desplazaban arrastrándose por paredes y techo hacia ella, pero sin llegar nunca a tocarla... Aunque mira tú, jajaja, que a veces le daba la impresión de que cada día estaban más cerca... Qué cosas hace la imaginación... 
Y un día la cama de Clara amaneció vacía.
Sus padres salieron en las noticias, televisión, periódicos, etc, todos interesados en qué clase de secuestrado o psicópata podría haberse llevado a la adolescente en mitad de la noche sin que nadie lo advirtiese. Los padres lloraban desconsolados pidiendo su retorno, cosa que, por supuesto, jamás sucedió. Todos hablaron, hasta que se cansaron y cayó en el olvido, de lo triste de su desaparición, de lo buena chica que era y la asombrosa imaginación que había tenido siempre.
Nada más, solo otro caso más que alguna madre como la de Eva contemplaría en las noticias, pensando horrorizada por un momento en cómo se sentiría de estar en el lugar de la de Clara. Pero bueno, en cierto modo, esas cosas sobre todo les pasaban a los adolescentes, que ya se sabía que podían cometer toda clase de locuras...
Su Eva apenas tenía siete años, y una imaginación desbordante. Fíjate, que incluso le hablaba de unas amiga imaginaria... A la madre de Eva le encantaba la idea, porque había oído sobre las ventajas de que un niño expresase su imaginación de esas formas, así que escuchaba sonriente todas las historias que su hija de contaba sobre su invisible amistad. Siempre parecían pasárselo bien... Bueno, salvo algunas noches, que su hija decía que no le gustaba cómo la miraba ni algunas cosas que hacía, pero ya se sabe, es típico de los niños sentirse inseguros en la oscuridad de la noche, sobre todo si ostentaban tanta imaginación como su Eva.
Pero al fin y al cabo eran solo temores infantiles...



domingo, 15 de julio de 2012

Castillo de Loarre

Pues... eso, he cambiado los tonos rojos por azules (que de paso casan más con los que azules y morados que ya había...), ¿qué os parece? También he cambiado la cabecera del blog... (sí, he estado otra vez jugando con Paint, algún día mejoraré y ascenderé algún peldaño, pero hasta entonces, es lo que hay).

Y bueno, luego esta el castillo de Loarre... (sí, cambio brusco de tema) que es uno de mis lugares favoritos hasta el momento. Y no es que no haya visto más castillos (sin salir de España por el momento, así que no puedo decir que mi visión vaya muy lejos, pero es lo que hay) pero no sé, me gusta vagar por él cada vez que tengo oportunidad de ir.
Se trata de un castillo pre-románico de la provincia de Huesca (Aragon, España), construido en lo alto de un mogote rocoso, en bastante buen estado (es decir, que al contrario que otros castillos olvidados por el bolsillo de quienes pueden salvarlos, a este lo han cuidado bien).
Para más información, cuenta con página propia: http://www.castillodeloarre.com/
Y, por supuesto, el motivo principal de la entrada; tratándose de uno de mis lugares predilectos, tengo multitud de fotos, y se me ha ocurrido subir algunas, ya que por lo general no tengo la oportunidad... (cosas de llevar más de un año sin cámara de fotos y dependiendo de las de los demás... Habrá que solucionarlo pronto, que ya va siendo hora).
Ésta foto de Loarre la hice durante una excursión con el instituto, no recuerdo si en el 2008 o en el 2009...

El castillo visto desde la ventanilla del bus conforme nos acercábamos...

Esta foto siempre me ha gustado... desde el interior del castillo.

Esta foto y las que vienen a continuación ya son de este año, realizadas por mi "hermana adoptiva alemana".

Y nos adentramos en las mazmorras... No, es broma, a esta zona aún no se permite el acceso al público.

Y por si alguien lo dudaba... Sí, incluso ahí soy capaz de perderme (demostrado).

¿Quién será la misteriosa joven asomada al balcón del castillo...?

Y aun con todo le faltan cachos considerables... Aunque en cierto modo la partes ruinosas también tienen su encanto...

Y bueno, obviamente tengo muchas más fotos, pero tampoco es cuestión de abusar... Así que esto es todo por hoy, lo lamento a quienes no les haya gustado la entrada (podéis comentar igualmente, ¿eh? La quejas se permiten, y las entradas se ven muy solitarios sin nadie que las comente... Además de darme la impresión de hablar sola, que tampoco es que me resultase especialmente extraño), pero prometo esmerarme más en la próxima entrada, que ya tengo un par de ideas en mente... y, eh, quién sabe, tal vez alguna historia u anécdota interesante... (para quien le interese, claro).

sábado, 7 de julio de 2012

Kirschenmichel, un dulce alemán

Bueno, por ahí abajo, en alguna entrada, mencioné a mi "hermana adoptiva alemana".
Pues se trata, básicamente, de que durante casi medio año compartí dormitorio con una chica alemana que vino a mejorar su español y aprender sobre nuestra cultura y nuestro día a día.
La cuestión es que, en una de esas tardes en que maquinábamos contra el aburrimiento, nos dio por hacer un dulce alemán, así que ella se puso a la tarea de buscar uno y dimos con él: Kirschenmichel, una especie de pastel de pan y cerezas (aunque en esto último nosotras realizamos una pequeña variación...).
Así que aquí os lo traigo, gracias a la traducción que mi "hermana adoptiva alemana" realizó de la receta y las pequeñas correcciones que realicé yo posteriormente para que resultase más sencillo de entender.
Advierto que, aunque tiene un aspecto peculiar (porque, si buscáis en Google Imágenes, veréis que lo tiene de normal), está muy rico.

Ingredientes:
-Un vaso de cerezas en almíbar (o cualquier fruta a mano, nosotras usamos moras en almíbar y fresas naturales).
-210 gr de pan viejo (como el que usarías para hacer torrijas, por ejemplo, que puede ser del día anterior o de hace tres).
-300 ml de leche.
-Mantequilla (para untar el molde, básicamente).
-500 gramos de mantequilla blanda.
-2 huevos.
-60 gr de azúcar
-1 sobrecito de azúcar avainillado (como normalmente viene en botecitos, más o menos calculad una cucharada sopera, aunque, nuevamente, nosotras hicimos una pequeña variación aquí, y a falta de azúcar avainillado, echamos canela).
-2 cucharaditas de levadura (o un sobrecito).
-4 gotas de aceite de almendra (según dónde, puede estar como aroma o esencia de almendra, y no echéis ni una gota más, porque aunque parezca poca cosa, deja un gusto bastante fuerte).
-Pan rallado.


Preparación:
Dejáis las cerezas (o lo que sea que habéis predispuesto) en un colador para que se escurran bien.
Dejáis el pan empaparse con la leche (como quien va a hacer torrijas). Vais untando la fuente del horno, o el molde que vayáis a usar, con la mantequilla y le espolvoreáis pan rallado. Ahora cascáis los huevos, separando las claras de las yemas. Batís las claras a punto de nieve y las yemas se las agregáis al pan empapado en leche. Agregáis también la mantequilla (fundida), el azúcar, el azúcar avainillado (o la canela), la levadura y el aceite de almendra. Vais mezclándolo todo (sin miedo, ya que el pan se va a romper sí o así, y el resultado a de ser una pasta informe de todo revuelto) y agregáis poco a poco las claras batidas a punto de nieve.
Finalmente, los vertéis todo en la fuente del horno/molde escogido y lo dejáis en el horno a 200 ºC durante 30 minutos (el tiempo es relativo, creo que en nuestro caso tuvo que estar un poco más).
Cuando lo saquéis del horno, si os apetece dejarlo más bonito y os a sobrado de la fruta que hayáis usado, podéis decorarlo por encima con ella, o recubrirlo con alguna mermelada o sirope que le quede bien.
Y listo para comer.


                    Aquí nuestro Kirschenmichel antes de meterlo al horno.

                    Aquí nuestro Kirschenmichel recién sacado del horno.

                   Y aquí un trozo cortado de nuestro Kirschenmichel.

Escogimos ésta receta porque era relativamente fácil de hacer (lo relativo viene de batir las claras de huevo, que tuvimos que recurrir a mi madre para que nos lo hiciese), y lo cierto es que nos salió bastante rica. Así que espero con ansias que os animéis a hacerla también y dejéis vuestros comentarios diciendo qué tal os salió.

viernes, 22 de junio de 2012

Zombie de sueño o acerca de cómo desahogarse

Ya me gustaría a mí dormir así de bien...


Oyó a su madre llamarla para poner la mesa y maldijo para sus adentros. Hundió el rostro en la almohada, o sería más correcto decir en uno de los cojines que poblaban su cama, ya que la susodicha almohada de la cama se hallaba a sus pies, y no porque estuviese mal colocada, era ella quien se había tumbado del revés, pensando en que cerrar los ojos y dejarse reposar por unos minutos harían que se sintiese menos pesada, menos ofuscada. Realmente llevaba despierta y vestida desde las 9:00, solo se había recostado unos minutos y ni siquiera había llegado a dormirse, su cuerpo seguía sintiéndose pesado, y todo su ser se rebelaba ante la idea de obedecer a la llamada y  levantarse. Le dolía la cabeza solo con pensar en todo esto, y lo mismo le habría dado estar echa de plomo... 
Finalmente, y tras un profundo e irritado suspiro, que más merecía la categoría de resoplido, abrió los ojos, poniendo todas sus fuerzas en convencer a su mente de que mandase a su cuerpo las pertinentes órdenes de movimiento.
Probablemente era una suerte que tan apenas entrasen unos fragmentos de luz por la persiana subida apenas una quinta parte, aunque tampoco era como si eso hiciese menos lamentable el abrir los ojos... No tenía especialmente calor, pero sentía el aire cargado a pesar de tener la ventana semiabierta. Cosas de la situación de su dormitorio respecto al resto de la casa; entraba poca luz, pero el movimiento del aire era más bien escaso, por no decir nulo.
En resumen, le tentaba la idea de emplear todos esos esfuerzos en gritar que no tenía hambre y pasarse el resto de la tarde tirada en la cama, durmiendo, que era lo que al fin y al cabo parecía exigirle el cuerpo.
Ella no bebía, no fumaba, y no tomaba ningún tipo de sustancia por el estilo, pero por lo demás, no se podía decir que tratase muy bien a su cuerpo... En cuanto le quitaban la vista de encima, cualquier intento que hiciese de seguir un patrón ordenado de sueño y/o alimentación se iban a pique. Sobre todo en verano, cuando hacía más vida de noche que de día, y no precisamente porque saliese de juerga... Y sobre su alimentación, si por ella fuese, subsistiría a base de agua, té, algún zumo y piezas de fruta esporádicas... puede que incluyendo algo de helado, horchata o granizado de vez en cuando.
Finalmente se levantó, y se sintió morir. La cabeza le daba vueltas y el estómago se le encogía, los párpados pugnaban por no cerrarse y su cuerpo la maldecía por ponerse en pie.
Definitivamente debía de ser la versión viviente de un zombie... Lo cual de todas formas carecía de sentido tan solo por intentar aunar viviente y zombie sin  nada de muerto en la misma frase.. Qué más daba, incluso si eran desvaríos, podía considerase afortunada de conservar la capacidad de pensar.
Encima le dolía el pie izquierdo. Cuando no descansaba bien siempre le dolía alguna de las muchas zonas de su cuerpo donde alguna vez se había lesionado. Y el tobillo izquierdo, con sus múltiples esguinces de infancia (de los que no había vuelto a saber tras entrar en la pubertad) solía llevar ser el más frecuente incordio. Y no se podía que se debiese a grandes lesiones, todas sus lesiones, tanto esguinces de tobillo, de muñeca o lesiones musculares habían sido por las causas más estúpidas que uno pueda imaginar... Un resbalón causado por unas pistolas de agua, una bailarina que se había salido, una colchoneta mal puesta, un resfriado...
Fue medio arrastrándose hasta la cocina y se detuvo el la puerta, mirando perezosamente a su alrededor e intentando que su mente llegase a la conclusión de qué había para comer a partir de lo que veía. Su madre estaba haciendo algo de carne a la plancha. Frunció el ceño. Era poco probable que su madre hiciese eso como plato único. Vio lechuga sobre la mesa blanca de cocina. ¿Ensalada de primero? Uhm... ¿le apetecía? No, de hecho, no le apetecía ni la carne ni nada que fuese más sólido que el poleo menta, frío y con mucho azúcar, con que había saciado su estómago aquella mañana. Iba a comunicarle a su madre que se volvía a la cama cuando ésta comenzó a servir pasta rellena (tenía un nombre, pero ahora no le salía...) en los platos. Se quedó cavilando mientras la veía sacar un sobre abierto del microondas. Se acercó con curiosidad y vio que acababa de fundir queso... Uhm... Pasta con queso... No, seguía sin tener apetito, pero decidió que, después de hacer todo aquello, era poco probable que su madre le permitiese regresar a su estado de vegetal diurno espatarrado entre cojines, peluches, y sábanas arrugadas. Se apropió del sobre de queso fundido y lo vertió diligentemente en su plato de pasta, sintiendo un deje de gozo cuando su hermano dijo que no quería y se le permitió echarse todo el queso para sí. Seguía sin tener apetito, pero ahora su estómago ya parecía algo más dispuesto a colaborar... Si bien sus sentidos seguían algo embotados, con cierta predisposición a la irritabilidad. 
Sea como fuere, se sintió algo más humana tras zamparse el plato de pasta rellena ahogada en queso e, incluso, uno de los trozos de carne a la plancha. 
Con el estómago menos revuelto, el cuerpo menos pesado pero una irritabilidad aún latente, decidió terminar de espabilarse, o desahogarse, o lo que fuese, conectándose a internet u escribiendo algo nuevo en el blog...
Finalmente, y tras fulminar con la mirada y maldecir su conexión a internet, aprovechó la ausencia de su hermano, a sugerencia de su madre, y se trasladó al ordenador de este donde, tras darse cuenta de que en realidad no tenía ni idea de sobre qué podía hacer una nueva entrada, optó por amargar una vez más a los lectores con una entrada que poco interés podía despertar en ellos, pero que a ella la dejó la mar de a gusto.

jueves, 7 de junio de 2012

"La doncella presa"

Érase una doncella en una alta torre presa.
Esto no era cosa de extrañar, cientos de historias cuentan con protagonistas semejantes.
La doncella pasaba sus días sentada frente a la ventana, observando el exterior con aire melancólico y ojos soñadores. Soñaba despierta lo que no podría vivir ni en sueños, imaginando la llegada de su apuesto galán rescatador.
Día tras día se sucedían, pero ella seguía presa en la alta torre, sin puertas de entrada, solo la ventana de su alcoba. 
Y un día llegó un galán que, tras alzar su mirada hacia la ventana y observarla largo rato, le pidió que soltase una escalera, o algo que le permitiese reunirse con ella y mostrarle el amor que aseguraba profesarle. Era un galán encantador, de buen corazón... como muchos otros de los que por allí a veces pasaban, y la misma petición le hacían. La doncella entonces los observaba, con aire pensativo, suspiraba, nostálgica y soñadora, y finalmente se apartaba de la ventana, lejos de la vista de los galanes, hasta que estos, con espíritu vencido, marchaban.
Día tras día, año tras año, y nada parecía que fuese a cambiar... 
La doncella soñaba con su apuesto galán rescatador mientras miraba por la ventana de la alta torre en la que se hallaba presa y, de vez en cuando, desviaba su atención hacia la larga escalera de cuerda que descansaba en una esquina de la habitación...

Bueno, ahí dejo esa historia, hacía bastante que no subía una creación propia... Esperaré ansiosa vuestros comentarios y opiniones sobre la historia y su doncella.