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viernes, 20 de julio de 2012

Solo temores infantiles...

Clara siempre fue una joven con mucha imaginación. Con siete años, su madre no podía evitar preguntarse , en tono preocupado, cuándo dejaría su hija de hablar de amigos imaginarios. ¿Estaba siendo exagerada, o eran temores bien fundados? ¿A qué edad se consideraba adecuado que una niña dejase atrás los mundos de fantasía para comenzar a interesarse por temas más reales de su entorno? A ver, con siete años, tampoco pedía que su hija se pusiese hablar de temas políticos ni de las atrocidades del ser humando hacia sus semejantes, pero, ¿era correcto permitir que se metiese en su cama cada vez que aparecía en su dormitorio a media noche sollozando y diciendo que temía cosas que aseguraba se movían entre las sombras de su cuarto?
Ciertamente, la mayoría hemos tenido temores nocturnos de ese tipo en nuestra niñez pero, como madre, la de Clara tampoco quería ser causa de que dichas fantasías escabrosas se perpetuasen por no saber contarlas de raíz...
Pero no todo era malo. Aunque sus padres apenas se molestasen en fingir interés acerca de las anécdotas sobre sus amigos imaginarios, a sus amigos del colegio les encantaban. 
Guau, ojalá también ellos tuviesen amigos imaginarios. ¿Podían ver al suyo? No, por supuesto que no, aunque no porque ella no quisiese... Oh, pero podía describírselo y hablar con él de su parte, podían jugar todos juntos aunque no lo vieses... Bueno, más bien "con ella" y "la viesen", porque la invisible amistad de Clara era de género femenino. Oh, se maravillaba su profesora, que ya imaginaba estar alentando en su prometedor futuro a una escritora en ciernes, ¿se trataba de una niña como ella? Que va, que va, la corregía, su amiga, aunque joven, era mayor, y muy guapa, aunque siempre llevaba el rostro cubierto por un fino velo de encaje blanco que apenas dejaba adivinar unos rasgos suaves. Pero, por supuesto, ese velo no era más que otra consecuencia de su belleza, algo que debía llevar para minimizar el acoso de los pretendientes. Su propio padre la instaba a llevarlo, decía que era indecente para una joven ser perseguida por tantos hombres. Aunque Clara no tenía ni idea de lo que era ser indecente... Oh, ¿su amiga imaginaria tenía papá? Era la observación de la profesora, que ni se molestaba en explicarle el significado de la palabra "indecente", ni se paraba a pensar en lo chocante de que la usase un ser de su inventiva sin que siquiera supiese lo que significaba... Y se limitaba a sonreír y volver a maravillarse ante la imaginación de su alumna y la perspectiva de estar alentando a una escritora en ciernes.
Ah... Pero su amiga imaginaria no siempre era tan divertida, a veces la asustaba... Después de todo, podía ser de lo más inquietante tener a una joven de traje antiguo y con el rostro cubierto por un velo mirándote desde las sombras de tu habitación toda la noche. Por eso Clara le solía dejar la puerta abierta, había descubierto que así su amiga se dedicaba a entrar y salir, y con eso, y la compañía de un peluche al que abrazar, le bastaba para poder conciliar el sueño.
Pero otro gallo cantaba cuando iban de visita al pueblo...
Qué manía tenía su abuela con cerrarle la puerta del dormitorio. Aunque allí casi lo prefería. Su habitación se hallaba en la planta superior de la casa del pueblo, justo a la derecha de la escalera, y a la izquierda de ésta, se hallaba la puerta que daba a las pocas y toscas escaleras que llevaban a desván. Qué poco le gustaba aquél sitio... Incluso de día, subir al desván la ponía nerviosa, pero por la noches... Quita, quita, prefería la puerta cerrada a la terrible sensación de que, estando abierta, en cualquier momento se abriría también la de las izquierda de las escalera y algo podría salir de ahí para entrar a su cuarto.
Abrazó con más fuerza su viejo osito de peluche amarillo y dejó que las sábanas y mantas la cubriesen por completo, impidiéndole ver cualquier otra oscuridad que no estuviese bajo ellas. Pero ah... de qué poco le sirvió eso cuando oyó el "clink" de la puerta al abrirse. Su abuela siempre se quejaba de lo mal que se cerraban esa vieja puerta, que constantemente se empecinaba en abrirse sola por las noches cuando ella no hacía más que cerrarla. Pero a Clara no le hacía falta sacar la nariz de debajo de las sábanas para ver a su amiga imaginaria junto a la puerta entreabierta, asomando al pasillo y con la mano en el picaporte... No le gustaba nada cuando hacía aquellas cosas, y prefería consolarse pensando que si miraba hacia el pasillo era para vigilar que nada malo entrase, protegiéndola. Pero cuando se aventuró a sacar la cabeza de debajo de las sábanas, se topó con la joven imaginaria mirándola desde la puerta completamente abierta, y se sorprendió cuando comenzó a hacerle gestos de ir, precisamente, hacia la puerta del desván. ¿Se había vuelto loca? Podía perfectamente ver la dichosa puerta entreabierta, y no le gustaba un pelo la sensación que le producía... La joven le hizo gestos más apremiantes, y la niña sacudió enérgicamente la cabeza. No, no y no, se negaba en rotundo. La joven se acercó a la cama e hizo amago de desprenderla por completo del escudo de telas que le proporcionaba la cama, Clara agarró fuertemente las sábanas y mantas, frunciendo el ceño en gesto de tozudez, pero sin que el miedo dejase ser ser visible en sus ojos. Se negaba en rotundo, ni loca iría al desván de noche, todo el mundo le había explicado que los amigos imaginarios eran eso, imaginarios, y que por eso carecían de voluntad propia y servían solo a su la imaginación de sus creadores, no podía obligarla a salir ni hacerle daño. La joven pareció ceder al fin, y le lanzó una mirada llena de resentimiento. Clara sintió algo de remordimiento y se disculpó mentalmente, con ese lenguaje que solo puede existir entre un niño y su amigo invisible, pero no podía hacerlo, tenía que entenderlo... y la joven se fue.
Y debió de ser que Clara había escarmentado ya de amigos imaginarios, pensaron sus padres, pues no volvió a hablarles de la suya nunca más. 
Creció y le llegó la adolescencia, aunque nunca le gustó demasiado la oscuridad. Explicaba a quién quisiese escucharla que siempre había sido, desde pequeña, alguien con una imaginación desbordante, y que a veces le jugaba malas pasadas. Sobre todo en la noche, cuando todas las sombras de su cuarto parecían tornarse en criaturas o escondites perfectos para estas, y le parecía contemplar a un ser esbelto, espectral, vestido de encaje blanco de pies a cabeza, rostro cubierto incluido, que la observaba desde cualquier esquina del dormitorio mientras otras cosas más deformes, como masa de sombras, se desplazaban arrastrándose por paredes y techo hacia ella, pero sin llegar nunca a tocarla... Aunque mira tú, jajaja, que a veces le daba la impresión de que cada día estaban más cerca... Qué cosas hace la imaginación... 
Y un día la cama de Clara amaneció vacía.
Sus padres salieron en las noticias, televisión, periódicos, etc, todos interesados en qué clase de secuestrado o psicópata podría haberse llevado a la adolescente en mitad de la noche sin que nadie lo advirtiese. Los padres lloraban desconsolados pidiendo su retorno, cosa que, por supuesto, jamás sucedió. Todos hablaron, hasta que se cansaron y cayó en el olvido, de lo triste de su desaparición, de lo buena chica que era y la asombrosa imaginación que había tenido siempre.
Nada más, solo otro caso más que alguna madre como la de Eva contemplaría en las noticias, pensando horrorizada por un momento en cómo se sentiría de estar en el lugar de la de Clara. Pero bueno, en cierto modo, esas cosas sobre todo les pasaban a los adolescentes, que ya se sabía que podían cometer toda clase de locuras...
Su Eva apenas tenía siete años, y una imaginación desbordante. Fíjate, que incluso le hablaba de unas amiga imaginaria... A la madre de Eva le encantaba la idea, porque había oído sobre las ventajas de que un niño expresase su imaginación de esas formas, así que escuchaba sonriente todas las historias que su hija de contaba sobre su invisible amistad. Siempre parecían pasárselo bien... Bueno, salvo algunas noches, que su hija decía que no le gustaba cómo la miraba ni algunas cosas que hacía, pero ya se sabe, es típico de los niños sentirse inseguros en la oscuridad de la noche, sobre todo si ostentaban tanta imaginación como su Eva.
Pero al fin y al cabo eran solo temores infantiles...



2 comentarios:

Royo dijo...

Interesante! apuesto a que la amiga imaginaria de Eva era Clara ò.ó"!!
jiji esto es otra de tus historias que no se hacen libros?
jolin
saludos ^-.-^!

Cat dijo...

Exacto, es una historia breve que concluye tal cual la ves XD ¿Pa' qué más?