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jueves, 4 de abril de 2013

Cosas de mariposas

Camina por las calles a buen paso, no es que tengo prisa por algo en concreto, simplemente tiene una idea fija de dónde quiere llegar. Las calles están desiertas y probablemente la luna se halle en algún lugar del cielo, oculta tras las nubes que provocan el velo de tenue lluvia.
Su cabello largo y alborotado se pega a su cuerpo, con aspecto más dócil del habitual debido al peso del agua que lo empapa, tiene las alas replegadas a la espalda, en su inútil intento por que se mojen lo menos posible y, ya de paso, tal ese gesto la resguarde un poco del frío en su espalda, aunque tampoco hace tanto, la verdad...
A su paso las sombras se retuercen junto a las paredes de los edificios y los árboles cuyas ramas se agitan débilmente, por el rabillo del ojo puede distinguir las formas, humanoides, animales, vegetales o amorfas sin más, que se asoman a su paso con gesto curioso. Si un humano pasase por allí en esos momentos tal vez sentiría un ligero escalofrío y culparía a la lluvia de ello. Son los sueños, las pesadillas, los seres creados por la imaginación... o eso se supone. En cualquier caso, son lo mismo que ella, y a ella nunca le ha gustado pensar en sí misma como un simple fruto de la casual imaginación de alguien. Ella se siente viva, se parte parte activa de la persona  de la que surgió. No, no es solo que se sienta así, sabe que es una parte de ella, a veces podría decirse que incluso independiente a sus deseos.
Ha llegado a su destino, varias mariposas nocturnas revolotean a su alrededor mientras se asoma por el borde del puente a contemplar el chocar de las aguas del río contra la piedra en la que ahora apoya sus manos.Hace impulso y se sube, primero colocándose en cuclillas, luego se levanta lentamente y extiende sus alas. La lluvia ha cesado y las sacude, salpicando gotas por doquier y provocando la huida despavorida de sus pequeñas hermanas voladoras, que no tardan en volver a acercarse. Sonríe, sintiéndose fresca y bien. Sus alas pálidas son una versión muchísimo más grande de las de los insectos que alternan el revolotear con el posarse en su cabello y piel, como si de familiares caricias se tratasen.
Sus hermanas la están llamando a que vuele con ellas, es la hora bruja, cuando algunas madres cuentan a sus hijos que terribles cosas salen, y que las brujas sobrevuelan el cielo nocturno. Bien, bueno, ella no es bruja, pero sus alas están para algo, y vaya si sabe usarlas... Lleva haciéndolo desde que tiene memoria, sale volando en cuanto el viento la reclama. Pero a veces se pregunta que pasaría si una noche no quisiese volar lejos, si decidiese decepcionar a sus hermanas y quedarse allí. No tendría por qué renunciar a volar, simplemente no hacerlo tan lejos... Siempre vuelve, por supuesto, porque allí tiene cosas que le impelen a hacerlo, cosas y personas que la esperan, su humana, por ejemplo, y tal vez las personas que la rodean, aunque no sepan de su existencia y mucho menos de su presencia.
Suspira y se mira la mano derecha, ligeramente confundida al percatarse de que se la había estado agarrando y pasando los dedos de la otra distraídamente por ella. Si su azulado tono de piel se lo permitiese, probablemente se abría sonrojado... Y le viene inevitablemente el recuerdo de cierta leyenda sobre dragones. Nunca había pensado en aquella como una ciudad de dragones. Vale que muchos mitos la poblaban, como a las demás, pero... ¿Dragones? La idea le gustaba...
Y de pronto, sin saber ni en qué momento había bajado dejado el puente atrás, caminaba de regreso a casa con la cabeza bullendo de ideas.
Suspiró. Bien, bueno, parece que en ésta ocasión se le había fastidiado la escapada a volar... Bueno, a saber cuándo habría vuelto. Se encogió de hombros, a quién quería engañar, habría vuelto cuando su frustrante humana hubiese dejado de pensar en dragones y todas esas cosas que al parecer bullían en su mente esa noche.
Agh, su humana casi siempre le permitía hacer lo que le viniese en gana, rara vez le negaba nada, y por eso había llegado a verse a sí misma como parte imprescindible de ella, a decir verdad, a veces uno no sabría quién era la creación y la creadora... Y a su humana rara vez parecía importarle quien llevase las de cantar ahí.
Pero en fin, la cuestión, que al parecer esa noche se le había vuelto a fastidiar el plan e iba a quedarse en tierra, al menos por el momento... Su humana era definitivamente frustrante.


1 comentario:

Cascabel dijo...

¿Crees que si me quedo muy quieto las mariposas se dejarán ver? Tiene que ser un espectáculo digno de admirar... ¿A las doce tiene que ser, no? Probaré suerte en el puente de piedra.
Será una bonita imagen para describir al dragón y hacerle su espera un poco más llevadera.
Por cierto, si veo a tu "amiga" intentaré convencerla para que lo conozca, quien sabe igual se entiendan.